Cuando llegan las altas temperaturas adquieren especial relevancia en los planes de prevención los riesgos asociados al exceso de calor en el entorno laboral y la exposición a la radiación solar. Aunque la prevención de riesgos por estrés térmico y radiación solar no está contemplada de forma específica y exhaustiva en nuestra legislación en materia de prevención de riesgos, sí se recoge de forma implícita en la Ley 31/1995 de prevención de riesgos laborales, en el Real Decreto 486/1997, de 14 de abril, por el que se establecen las disposiciones mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo, y en Real Decreto 39/1997, de 17 de enero, por el que se aprueba el Reglamento de los servicios de prevención.
En estos textos legales se recoge la obligación de observar las condiciones seguridad y salud de los trabajadores en cualquier aspecto que tenga que ver con el trabajo, mediante la integración de la actividad preventiva en la empresa y la adopción de las medidas que sean necesarias para garantizar la protección de los mismos. De esta forma, en los planes de prevención deben incluirse los riesgos asociados a las altas temperaturas o estrés térmico en el entorno laboral.
Como decíamos, uno de los principales riesgos asociados al verano es el aumento de las temperaturas, debido a que no solo puede afectar gravemente a la salud de los trabajadores, sino que además provoca alteraciones en el rendimiento tanto físico como intelectual. Estas alteraciones varían en función de las características individuales y de salud de cada trabajador, siendo factores como el sobrepeso, utilización de determinados medicamentos, consumo de alcohol o enfermedades crónicas un riesgo añadido, y sus efectos directos en la salud pasan por mareos, agotamiento por calor, síncope, golpe de calor e incluso casos de coma y muerte.
Los trabajadores más expuestos a sufrir accidentes laborales relacionados con el estrés térmico y calor son aquellos que trabajan en el exterior y realizan un trabajo que requiere una actividad física continuada y aquellos que están cerca de fuentes de calor. Las medidas a adoptar con carácter general son:
- Aclimatación: en la medida de lo posible los trabajadores deben estar aclimatados al calor, esta adaptación no ocurre de forma inmediata sino que es un proceso que puede durar entre una y dos semanas. Las olas de calor repentinas son especialmente peligrosas porque impiden esta adaptación del organismo, por lo que se deberán adoptar medidas más cuidadosas para mitigar sus efectos.
- Mantener una correcta hidratación: beber agua a lo largo del día aunque no se tenga sed ya que la deshidratación severa no siempre conlleva una sensación de sed proporcional. Deben evitarse las bebidas alcohólicas y el exceso de cafeína ya que ambas contribuyen a aumentar el riesgo de deshidratación.
- Ropa de trabajo transpirable: las prendas transpirables tienen la capacidad de expulsar hacia el exterior el sudor evitando un problema de sobrecalentamiento y humedad al permitir que el sudor se evapore. Estos tejidos permiten una correcta ventilación y contribuyen a mantener una temperatura corporal más estable.
- Cubrir correctamente la cabeza: según el tipo de trabajo se deben utilizar gorras o gorras-casco, ya que cuando el sol incide directamente sobre la cabeza se puede experimentar más calor de lo habitual y sensación de mareo.
- Medidas organizativas: verificar las condiciones climáticas y organizar el trabajo adecuando los horarios de forma que se reduzca el tiempo y la intensidad de la exposición, evitando las horas de más calor y estableciendo rotaciones y pausas flexibles según las necesidades del trabajador.
Otro de los riesgos asociados al verano es la exposición a la radiación solar, aunque está presente todos los días del año incluso en días nublados, en verano aumentan su intensidad y riesgos asociados. El sol emite dos tipos de radiación ultravioleta (UV) que llegan a la capa terrestre: los rayos UVB, que son de onda corta y responsables de la aparición de quemaduras porque dañan la capa más externa de la piel, y los rayos UVA, con mayor longitud de onda que les permite penetrar en capas más profundas de la piel y contribuyen al envejecimiento prematuro y al cáncer de piel. Los profesionales que desarrollan su actividad laboral al aire libre tienen un riesgo superior a la media de desarrollar este tipo de lesiones, y su incidencia no ha dejado de aumentar en los últimos años.